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Te cuento mi historia con whatsapp. Lo usaba hace muchos años en mi teléfono personal (en ese momento tenía un solo teléfono). Varias fueron las causas de que lo borrara: cuando la gente empezó a agregar a grupos sin pedir permiso, y eso me generaba la ansiedad de “cómo salir de un grupo que te agregaron como amiguis pero no conocés a nadie”; que necesariamente tenías mezclados chats del trabajo y de la familia, con lo que no había una separación, y si querías ver algo de uno aparecías online para los otros; que mucha gente te dice que no escribe para que respondas enseguida pero después reacciona mal si demorás en responder; y que son conversaciones permanentes, sin cierre.

Creo que con la masividad de whatsapp entró gente que no conocía reglas de netiquette. Aparte al ser gratis, no hay una responsabilidad sobre su uso. Hará un año atrás el portero del edificio se quejó y salió del grupo del edificio porque alguien le pasó su número a un desconocido que tocó timbre. En whatsapp ves los números de teléfono, y eso es información “sensible”.

En mi caso, borré whatsapp, me pasé a telegram, y lentamente mi familia migró a telegram para incluirme en el grupo de chat familiar. Pocas gentes lo usan.

Hará un año y medio instalé WA en un segundo teléfono, uno viejo, porque hay cosas que no usan telegram, ej: turnos médicos, negocios, cosas del trabajo. Es otro teléfono físico, que pago un plan mínimo, que apenas miro (lo uso en el navegador, no app, en la compu del trabajo y de casa, en el navegador específico para trabajo). ME indigna un toque la dependencia de una app insegura para pasar datos personales o agendar cosas, y me siento más segura al tener en dos dispositivos físicos diferentes WA y las apps de bancos.

El teléfono personal que tengo es tamaño mini y le borré todas las redes sociales, porque me di cuenta que perdía mucho tiempo en twitter e instagram. Así, pantalla pequeña me da menos ganas de leer, y trato de estar más presente en el mundo que me rodea.

De las redes de contacto, WA y Telegram, pienso que son “conversaciones permanentes”; y cada dos por tres me da el arranque de que “si querés hablar conmigo, vengas adonde estoy” o inclusive me llames por teléfono. Nadie pregunta, antes de mandarte un mensaje, si podés prestar atención a eso. Es como tener al alcance de la mano a toda la gente.

(Te leo siempre! Me encanta tu newsletter, la radio está buenísima :D )

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Gracias Katherine por semejante devolución (y fidelidad!) y te entiendo totalmente. Si bien ahora hay más herramientas para frenar la invasión, sigue siendo una herramienta que tiene demasiado de nuestro tiempo e información. Abrazo!

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